Después de 12 años de vida Godín perdí el interés en seguir en la empresa para la cual trabajaba. Aprendí todo lo que pude y quise crecer dentro de la empresa, pero pronto me di cuenta que las promociones no llegaban y que le daban los puestos a familiares de los dueños. Mi decisión de emprender no fue fácil; tampoco la tomé de un día para otro. No fue, para nada, lanzarme al vacío.
Mi idea de dejar de ser Godínez coincidió con una euforia por el emprendimiento tanto en México como en muchas otras partes del mundo. Sin duda, es resultado de muchos factores simultáneos, en especial el desencanto que vivimos como sociedad, en que al mismo tiempo surgen diversas oportunidades de atacar de frente los problemas. El boom emprendedor también se debe a la enorme difusión de historias de éxito de los llamados “unicornios”, como Facebook y Uber, con fundadores jóvenes y billonarios, que son modelo aspiracional para muchas personas.
Y aunque emprender es un verbo que se ocupa ahora mucho porque contempla el proceso de innovar, proponer e impulsar el cambio, no todos los que actúan así son emprendedores, o por lo menos emprendedores profesionales. Un emprendedor profesional, como diría Jerry Engel de la Universidad de Berkeley, es aquel que crea algo prácticamente desde cero con esfuerzo propio y tenacidad, y se dedica a ello de tiempo completo, hasta que triunfa, entregando la estafeta a otro mejor que él o ella para hacerlo crecer o, en su caso, desiste en el intento.
En mi caso, el llamado a ser emprendedor profesional no me llegó de la noche a la mañana, sino que se fue gestando prácticamente en los últimos 12 años. Quisiera compartirte este proceso porque podrías coincidir en alguna de las cuatro etapas de mi camino.
Empleado de tiempo completo
En este boom del emprendimiento se le ha dado un aura cool a ser emprendedor porque tiene muchos beneficios indudables, que se venden por sí mismos, como la libertad. De forma paralela se consideró denigrante ser empleado de tiempo completo, o Godín, lo que no me parece adecuado.
Tal vez no sea sexy pensar en salir en hordas a comer en el mismo horario o ver compañeros con la credencial colgada del cinturón, pero no todo es mala. Llegar a la etapa cuatro, de ser emprendedor profesional, no ocurre por generación espontánea. No siempre sales de la universidad sabiendo lo necesario, ni sabes trabajar en equipo, ni cuentas con el capital semilla suficiente para arrancar. Ser Godín te da la oportunidad de aprender de tus errores, mientras alguien más te paga, aunque sea poco.
Invertir ahorros para crear un plan B
Conforme pasaron algunos años y mi nivel de ingresos fue subiendo, pude ir apartando una cantidad mensual para crear un fondo que esperaba invertir con mejores rendimientos que los que daban los bancos. En ese entonces leí Padre rico, padre pobre, en que Kiyosaki me dejó convencido con la idea de crear activos que nos dejen dinero sin hacer mucho, o nada, no importando qué, y que reduzca la dependencia a nuestro salario.
Así fue que invertí con unos amigos en una franquicia especializada en gestionar créditos hipotecarios para personas físicas. Ésta fue la primera sociedad que abrí y que dio paso a abrir otras dos empresas, de otros giros, mientras continuaba siendo Godín.
Emprender siendo intrapreneur
En algún momento inesperado, aún como empleado en la misma empresa, me ofrecieron un trabajo en otro lugar como director corporativo de Nuevos Negocios de una desarrolladora de vivienda que cotizaba en la Bolsa Mexicana de Valores. Un título medio extraño, pero que se resumía en intrapreneur.
El objetivo del área era crear un equipo para identificar oportunidades de negocio alrededor del core business de la empresa, y volverlas realidad. En otras palabras: pasaba de ser Godín a un híbrido con total responsabilidad de un presupuesto, de implementar planes de negocio y de gestionar empresas. Lo mejor de todo: cobraba cada quincena sin importar lo que sucediera.
En esta etapa formamos una cadena de minimarts, reorganizamos una empresa con varias bodegas de autoalmacenaje y hasta probamos lo que es Private Equity, al liderar la venta de una participación de capital de una subsidiaria del grupo a la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés).
Emprendedor de tiempo completo
Mientras más tiempo pasé siendo intrapreneur, creció la cosquilla de volverme emprendedor de tiempo completo. Las diferencias de emprender dentro de una empresa a lanzarme por mí mismo eran cada vez más notorias, y ante el anuncio de un inminente recorte de personal, en que tenía que elegir quién se iría del equipo, determiné irme yo. Parte de mi decisión se debió a que conté con el apoyo de mi esposa, quien estaba en el octavo mes de embarazo de nuestro primer hijo, y cuyo apoyo en esta aventura ha sido vital. (En otra ocasión te hablaré de esto.)
Fue así que empecé mi incursión como emprendedor de tiempo completo. Trabajaba en el estudio de mi casa, con un recién nacido que me echaba porras a gritos cada dos horas. En ese momento sólo había comprado el dominio web de mi nuevo emprendimiento y llevaba un avance razonable del desarrollo del sitio web. A casi tres años de alcanzar esta etapa, no me arrepiento.
¿Existe la quinta etapa?
Sigo siendo emprendedor de tiempo completo. La empresa que me llevó a salir de ser intrapreneur continúa, aunque hemos cambiado ya mucho el modelo de negocio, e incluso recientemente hicimos un spin-off de nuestra área de marketing digital para asociarnos con otra agencia internacional, y capitalizar lo aprendido ayudando a otras empresas.
Pero nada es para siempre y las posibilidades están en el aire: vender la empresa y recuperar mi inversión; volver a emprender; desistir y buscar trabajo de nuevo; compartir lo aprendido dando clases en universidades…
Tal vez la quinta etapa sea volver a alguna de las anteriores o continuar en la cuarta. ¿A ti qué se te ocurre?
Vía Forbes.